Pienso que mi fracaso se debe a que el mundo es demasiado arcaico para mí. Un hombre, por más inteligencia que tenga, no podría funcionar en un mundo de monos, a pesar de la historia de Tarzán. Por eso he decidido enclaustrarme en mi casa, que ya está paga, y renunciar a la sociedad. Entiéndase: renunciar a cualquier tipo de socialización y a seguir buscando trabajo. Igual pude irme a vivir a una cabaña ubicada en el centro de un espeso bosque, pero seamos sinceros; no creo que en este puto país exista algo como tal y, además, no tengo carro. Así que cero romanticismo literaturizable y hagamos acopio de lo prosaico al alcance de la mano. Me enclaustro en mi casa y la convierto en mausoleo, o si quieren, en un monumento en honor a mi derrota. ¿Por qué derrota?
Decían que era un genio y para colmo varias pruebas de inteligencia lo confirmaron. Así que se podrán imaginar que todos, repito, todos, esperaban grandes cosas de mí. Hice estudios, los cuales pasé con los más altos honores, y para colmo también escribía. Todos, y repito, todos, incluyéndome, esperaban que terminara dando clases en una universidad de prestigio y creando obras inmortales, de esas artísticas que también se venden. Era, pues, una promesa, científicamente confirmada.
Pero me gradué, y a pesar de los más altos honores, no conseguía trabajo. Cuando por fin encontré uno, luego de intensas búsquedas, un trabajo menor que no viene al caso mencionar, me fue desastrosamente mal y me despidieron. Una golondrina no hace verano, pensé y pensaron los demás, añadiendo al refrán aristotélico que un genio tiene el derecho a equivocarse una vez en la vida. Pero el rayo cayó en el mismo sitio, y la golondrina se multiplicó: en cada trabajo que conseguí, aun en los más simples que no requerían preparación académica, fracasé; me equivocaba y era despedido fulminantemente. Mi carrera literaria tampoco acabó de arrancar. Mi talento no maduró y no pude llegar tan siquiera a ser un lujo de escritor menor. Pero no sólo fracasé en esto. Como todo genio (no olviden que la ciencia lo confirma), no tenía muchos amigos porque siempre se me hizo difícil socializar; demás está decir que mis pares eran unos brutos y que nunca entendían ni mis chistes. En el amor también fracasé, pero no por lo que piensan (si es que piensan). Como todo genio era un buen amante, puesto que el buen sexo radica en un buen poder de observación, el cual, demás está decir, siempre he tenido. No, fracasé en el amor porque el amor, a fin de cuentas, se alimenta con el dinero, y yo nunca pude mantener un empleo. Eso del amor por el amor no existe ni en las telenovelas, pero eso ustedes ya deben saberlo, porque dejándonos llevar por los ratings de esos programas baratos, parece que son los únicos programas que ven.
En fin, que fracasé en todo, y por eso, como les decía al principio, he decidido retirarme de la sociedad y enclaustrarme en mi casa. Renuncio a la vida. Por el momento no me ha molestado tanto. Tengo libros que leer y la televisión al alcance de mi mano. Pero sé que las provisiones se acabarán y que terminaré muriendo de inanición. Si es que soporto este suicidio lento y no salgo a su mundo a pedir ayuda… Bueno, cero tragedias, me verán en algún supermercado. Con los cupones uno puede comprar alimentos y también, con el efectivo, pagar el agua y la luz. Así que nada, como el agorafóbico, pasaré la mayor parte del tiempo en mi casa; calculo un 98 porciento. Sí, puede que haya fracasado en la vida, en su sociedad, pero me sirve de aliciente pensar, o más que pensar, saber que al contrario de la mayoría de ustedes, soy un genio; la ciencia lo confirma.