Quizá haya tres formas principales de ver la vida, las cuales se encuentran bien representadas en varias películas de boxeo. El boxeo, como sabrán, se presta muy bien como metáfora de la vida, ya que la vida, como el boxeo, es una lucha. Estas formas de ver la vida son la realista, la pesimista y la positiva.
Rocky representa la visión realista de la vida, ya que en la vida pocos obtienen lo que sueñan en realidad. En el boxeo no todo el mundo puede ser campeón porque, entre otras cosas, sólo hay como cuatro organizaciones (serias) de boxeo. Así que Rocky representa una visión realista y sobria de la vida. No se puede ganar siempre, pues de hecho, son pocos los que en realidad alcanzan sus metas y menos aún la meta que nos impone el capitalismo. Pero sin embargo, se puede perder con dignidad. Hay que dar la lucha. En esto se parece al argumento de la novela de Hemingway El Viejo y el mar. El Viejo sale a pescar y logra, después de una larga lucha, vencer al pez espada. Pero en el trayecto de regreso al muelle, los tiburones se comen su presa y llega a la orilla cansado, abatido, sólo con los huesos de su presa, que no le sirven para nada. Esta ideología es afín a la ética kantiana, la cual, entre otras cosas, dice que no son los resultados los que importan, sino las intenciones. Igualmente es estoica: uno sólo controla sus actos pero no los resultados, ya que estos, al depender de otros factores, no están del todo bajo nuestro control. En otras palabras, si la vida es como una pelea de boxeo, lo que importa es la actitud que mostramos en el ring, la gallardía, el deseo de triunfar, de dar lo mejor de nosotros, pero no importa el resultado: muy bien, a pesar de nuestra buena disposición, podemos perder. Rocky no logra ganarle a Apollo, pero logra su sueño, el cual era terminar la pelea de pie, dignamente. Su éxito no fue el cinturón de campeonato, la gloria y el éxito social, sino uno más sobrio y personal: crecer como ser humano.
En películas de boxeo ninguna representa la otra visión de la vida, la pesimista (y hasta histérica) mejor que Million dollar baby, del director más histérico de todos, Clint Eastwood. En Million dollar baby no hay posibilidad de felicidad, sólo se puede llegar al umbral de ella para ver cómo se esfuma de la manera más cruel y tétrica posible. En esta película no hay ganadores, sólo perdedores, y perdedores que se enajenan de la realidad, de su vida loser y patética, soñando con un éxito en el boxeo, sea como entrenadores o peleadores. Lo único que queda, además de la enajenación, es la fuga de la vida pública y la muerte. Si Rocky no gana, y su vida en realidad hasta mejora, Maggy en su pelea titular no sólo pierde, sino que pierde hasta su movilidad: se fractura el cuello. Terminará postrada en cama, inmóvil, e intentado suicidarse mordiéndose la lengua, mientras su familia se da la buena vida a costa de su dinero. Al final, sólo le queda el suicidio asistido, la eutanasia (administrada por lástima por su entrenador), porque como queda paralítica, ni eso puede hacer por sí misma. La vida aquí es horrible, todo dolor y sufrimiento, sin posibilidad de éxito ni redención real; sólo se puede intentar, gozar un poco e inexorablemente perder, probablemente de manera trágica.
La otra visión de la vida, la positiva, la de "autoayuda", es representada por la películas II, III y IV de Rocky. De más está decir que estas secuelas (y las subsiguientes) mataron a una gran película, y su idea, pero esto no viene a cuento ahora. Rocky II, III y IV representan esa visión capitalista, muy falsa además, de la vida: si das la lucha, si te fajas, ganarás, siempre ganarás. En estas películas, Rocky Balboa se entrena, sufre mucho tanto en su vida personal como en el ring, pero al final triunfa. Del loser digno de la primera película, pasará a representar el discurso de éxito de la ética capitalista. Si Rocky I puede "leerse" como un libro de ética kantiana y como lo que es, a mi parecer, su mejor representante literario, El Viejo y el mar, además de como manual de filosofía estoica, Rocky II, III y IV pueden leerse como cualquier libro de autoayuda de esos que venden en cualquier farmacia cerca de ti o como cualquier novela de Paulo Cohelo. Si en Rocky I al final del arcoíris no hay monedas de oro sino cierta sabiduría y éxito personal adquirido por el viaje y la lucha, y en Million dollar baby lo que hay es una olla de fuego, un jodido e histérico infierno, en las secuelas ya aludidas de Rocky lo que hay es fama, gloria y un gran jarrón de dinero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario