Cierra el libro que está leyendo, coge la libreta de apuntes, un lapicero y se va al parque para fumar e intentar escribir. Intentar escribir, claro, porque el pobre hace más de seis meses que no escribe un cuento, que junto con una novela, es lo que realmente le interesa escribir. Porque poemas y aforismos le salen, no digamos a borbotones, pero le salen, aunque hace un mes que no escribe absolutamente nada que se pueda llamar literatura.
Llega al parque, se sienta en un banco y se pone a fumar. Intenta pensar en un asunto para un cuento. Se le va la vida en ello, digamos, para exagerar, porque en realidad no se le va la vida en nada, o en todo caso se le va un poco, poquitito de nada, con cada calada que le da al cigarrillo Winston Menthol 100 que se está fumando.
Piensa, pues, en una idea para un cuento, porque por la noche es La Peña Literaria y se le ha metido en la cabeza que quiere leer un cuento, pero no uno viejo que sus compañeros ya se sepan de memoria, sino uno nuevo. Sabe que no dispone de tiempo para darlo en una versión definitiva, completamente pulido, pero al menos quiere dar un cuento en versión preliminar que sea “pasable”.
Pero mientras fuma y piensa y piensa y fuma en la idea para su cuento, sus pensamientos se van por otros derroteros. “Coño, me salió una cana en la barba… Ya tengo 30, ¡30!, ya soy casi un viejo.” Sí, le salió una cana en esa chivita que decidió dejarse, que más que chiva es un intento de chiva, pues es asimétrica y poco frondosa. Así que en realidad no importa, porque ya mismo termina afeitándosela, haciéndole de paso un favor a su persona y a los ojos que lo ven, sobre todo a los de su novia. “Mierda, ya son 30 y no he hecho nada que valga la pena. Nunca pensé que llegaría a ser mayor que Jim Morrison, Jimmy Hendrix y Kurt Cobain. Diablos, soy mayor que Manuel Abreu Adorno y que Amy Winehouse, que se unió a la lista de los 27… Qué irónico, Winehouse, “Casa del vino”, un apellido perfecto para una alcohólica.” Al pobre le molesta su edad, llegar a los 30 y no haber escrito nada que en realidad valga la pena, solo unos cuantos poemas y cuentos de calidad dudosa. Pero tampoco se faja, vamos. El pobre piensa que con leer mucho basta, como si por osmosis le fuera a llegar la inspiración, en vez de aprovechar una idea, elaborarla y ponerse a escribir a diario de manera metódica. No, en cambio se pone a pensar en pajaritos preñaos y fantasear con escribir una novela total, río y enciclopédica en donde plasme todas sus lecturas de novelas, cuentos, poemas y ensayos. Porque eso sí, el chamaco (bueno, ya no tanto, tiene 30) lee mucho, y ve mucho cine y conoce algo de música, elementos (por no decir conocimientos) que también sueña con poner en su deseada novela total, río y enciclopédica. En sus ensoñaciones se imagina que tendrá éxito internacional, que será traducido a todas las lenguas importantes y de paso que ganará algo de dinero, el suficiente para mantenerse escribiendo, pero esta vez novelas cortas, en un viaje inverso al de su admirado Roberto Bolaño, que comenzó con novelas cortas, muy notables, por cierto, y que terminó escribiendo novelas totales, ambiciosas y geniales como Los detectives salvajes y 2666. Sueña, niño, sueña…
“Deja ver qué escribo, a ver… Digamos un metacuento con muchas referencias a escritores y personalidades de la cultura pop sobre el no poder escribir… No, ya he escrito mucho sobre escritores. Mejor escribo un cuento policial, canibalizando películas policiales. Mezclar Memento con Secret Window. No, no, Secret Window es sobre un escritor y no quiero escribir sobre literatura. No sé, ya veré… Pienso en un crimen perfecto. Un hombre asesina al amante de su esposa dándole pastillas para dormir mezcladas con alcohol, entonces lo pone en el carro de su víctima y lo deja encendido en su cochera, que será cerrada, como en las películas gringas y los moteles. Limpia sus huellas y se va, haciendo parecer que fue un suicidio… Ok, faltaría elaborar mejor el motivo, crear personajes, trama, un poco de suspenso, la investigación posterior, tipo CSI, pero Las Vegas, las de New York y Miami no me gustan, o sino tipo NCIS, y de paso darle profundidad metafísica, existencial y social… Bah, no sé, necesito un cigarrillo.”
Entonces enciende otro Winston Menthol 100 y se pone a pensar en su vida, en la película que vio por la noche, Biutiful, la nueva de González Iñárritu protagonizada por Javier Bardem y en lo mucho que se nota la ausencia de Guillermo Arriaga, el guionista de sus películas anteriores, y solo en ocasiones regresa a la idea de su cuento.
Al terminar su cigarrillo lo vemos levantarse del banco en el que estaba sentado y, con su libreta de apuntes en la mano, lo vemos caminar despacio hacia su casa, pensando en que tiene que llamar a su novia, que tal vez deba afeitarse la chivita y sobre todo en cuál texto viejo leerá por la noche en La Peña Literaria. Sí, otro día más sin escribir un cuento.
N.O.N.S/28 de julio de 2011
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