jueves, 25 de septiembre de 2014

El verdugo















Ahí estás otra vez.
Mira tu cara,
toda trasnochada;
tus ojos rojos,
tus ojeras profundas,
tu semblante amargado,
tu postura encorvada.
Eres un guiñapo de hombre.
Si solo me hubieras hecho caso,
so pendejo,
no estarías así,
sufriendo como un soberano idiota.
Te lo mereces
por no escucharme.
Vamos,
lávate, cepíllate los dientes,
¡péinate!
Ahora eres un cabrón
y estaré todo el día
RECORDÁNDOTELO.


                                         (2008)

Pañales















“Papi, se puede,
no estoy ovulando.”

Eso dijiste
y mírame aquí
comprando pampers
en el supermercado.

Coño,
te dejaría,

pero es mi hijo
y el ASUME
está caro.



                                (2008)

Arrepenti-miento














Contrito y humillado
el hombre pide perdón
para volver a tener sexo. 




                                                          (2011)















Es el dolor cerebral
mezclado con el dolor muscular
(la danza de buitres y cuervos
con la carrera de las hormigas rojas)
lo que no me permite
funcionar en esta bóveda infecta,
que para algunos es un paraíso,
para otros un edificante purgatorio,
pero que para mí
es un abrasador infierno
porque carece de esperanza
y está llena
de gusanos de dolor.

Dolor
-esa es la divisa-;
putrefacción,
con el acecho de los buitres y los cuervos
y las rojas hormigas
que sufre la moribunda sombra,
el escuálido casi cadáver,
tirado en la arena del desierto,
al lado del oasis,
donde se lleva a cabo la orgía
de los lobos y caperuzas,
bajo la aburrida mirada
de un sol indiferente.

                  
  

                                                                                2011
















Sucede que me canso de ser hombre,
que quisiera ser un pájaro
y tener el alimento,
aunque sean mocosos gusanos,
al alcance de cualquier
pedazo de tierra.

Coño,
volar,
y no tener que pensar
en que no tengo dinero
para una cajetilla de Winston Menthol
ni para comprar nuevos libros
póstumos de Bolaño.
Y ni se diga
para sacar a mi novia a pasear
y bajo la escrutadora mirada de múltiples espejos
gozar de su cuerpo.

Quisiera ser un pájaro
para no tener este cerebro
de IQ ligeramente superior
que solo me permite pensar
-qué digo pensar,
filosofar-
acerca de mi fracaso;

de todo lo que pudo haber sido
y no fue,
que no es.
Que solo me permite filosofar
acerca de la fragilidad
de las cosas humanas,
de que todo,
absolutamente todo,
termina chorreándose
como los relojes de Dalí,
sobre todo la esperanza
y la idea de un Dios
y de justicia póstuma,
con conciencia,
que conlleva.

Sí,
quisiera ser un pájaro
y volar,
aunque termine devorado
por una muerte con forma de gato.


                                                                                 (2011)