Ya se está acabando el juego;
se diría que
pierdes por dos puntos,
como en un juego
de baloncesto.
Buscas
desesperado el tiro de tres,
ese canasto de la
victoria
que aunque sea
por un punto
te permita ganar
en el juego de la vida.
Pero la verdad es
que eres un pésimo tirador a distancia
y que menos
todavía eres un “clutchman”.
Aun así, te
detienes frente a la línea de tres puntos,
dubitativo,
con la esperanza
–tú que ya no
crees en nada-
de no fallar.
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