viernes, 6 de septiembre de 2013

Treinta segundos



















Leí un artículo
donde decía que luego de uno morir
el cerebro continúa vivo durante 30 segundos,
luchando por sobrevivir
o acomodando toda la información
que ha guardado durante toda su vida
-quizá en busca de sentido-
para apagarse de manera definitiva.
En esos 30 segundos
-según se desprende del artículo-
en que el cuerpo está muerto
pero el cerebro hiper-vivo,
yace la Eternidad:
el cielo o el infierno
la visión (que tienes) de Dios o de Satanás,
de los ángeles y demonios
-en caso de que seas occidental o al menos cristiano-,
de las personas que amas y ya no están
o simplemente ves la película de tu vida.
¡Todo en 30 segundos!
La eternidad en 30 segundos,
la felicidad o el sufrimiento eternos
¡en 30 segundos!
Mientras, los demás continúan
con sus 86,400 segundos diarios
y tú te quedas fijado en esos 30 segundos
y te vas convirtiendo en alimento para gusanos,
en cenizas esparcidas o guardadas en un envase,
en Nada o lo que es casi igual,
en abono,
                en energía reciclada…


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