I
Tocaron a la puerta. Me acomodé en la silla y dije pase. Entró la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Casi tengo una erección. Pero hay que ser profesional.
-Buenas tardes, ¿qué desea?
-¿Es usted el detective Brunetti?
-Depende.
-¿Cómo?
-Mentira, sólo bromeaba. ¿En qué puedo ayudarla?
Entonces me contó la historia de su marido muerto, asesinado tres años atrás. La policía iba a archivar el caso porque no encontraban pruebas, evidencia, móvil, sospechosos. Sólo habían encontrado una nota que decía en inglés “Llegaste muy lejos”. ¿Muy lejos de qué? No sé, nadie sabía, eso era lo que ella quería que investigara. Ahora, luego de tres meses de investigación, estoy aquí, en ésta habitación en Tel Aviv. Les contaré los pormenores. Bueno, sólo un resumen de los acontecimientos que me llevaron a estar aquí hoy.
El difunto marido de la Sra. (ahora viuda) Valdés, el profesor Mann, doctor en literatura comparada y especialista en el idioma alemán, estaba haciendo una investigación sobre la obra de Kafka. Obviamente tenía que ver los manuscritos originales, y algunos están en Tel Aviv, en poder de la heredera de Max Brod (albacea de Kafka), Ilse Ester Hoffe. Según lo que he leído, esta señora no es muy accesible, así que es una rareza el que haya recibido al Dr. Mann. Un mes antes de ser asesinado, el Sr. Mann visitó Tel Aviv y vio los manuscritos originales de Kafka. En su diario confirma su visita, además de escribir en un estilo oscuro lo siguiente:
“No lo puedo creer. Todo ha sido una farsa y en mi poder está el dárselo a conocer o no al mundo”
Luego, más abajo y en forma de aforismo, escribió:
“Brod es el dios; Kafka es sólo una máscara, un juguete”.
La Sra. Valdés me dijo que en esos días el Sr. Mann parecía angustiado, que no dormía y “no cumplía con sus deberes matrimoniales”. Según ella —y nunca antes había sucedido— “no podía”. Cuando me lo dijo la miré con detenimiento y pensé: “si todavía tienes ganas de que alguien cumpla con sus deberes para contigo, aquí estoy yo, yo te cumplo todita, mami”. La Sra. Valdés es una hermosura, tanto que sólo por ella, por la posibilidad de poder tirármela, acepté este jodido caso. Ahora estoy aquí, en un país oriental en guerra. Antes de venir acá, a la habitación, di un paseo por ahí, de turista. Error. Un maldito árabe entró en una tienda y lo único que supe después fue que voló en mil pedazos. Carajo, pude haber muerto, aquí, en este loco país. Bueno, pero continuando con el Dr. Mann, el comentario de la Sra. Valdés confirma que el doctor estaba preocupado, y eso tal vez porque lo acechaban. ¿Qué descubrió él aquí en Tel Aviv, entre los documentos de Kafka? No sé, pero voy a averiguarlo. Y tiene que ser grande, porque el doctor pagó con su vida el descubrimiento. Conclusión: tengo que cuidarme.
II
De vuelta a la habitación. Wao, estoy fatigado. Soy un caballo. La acción me excita, debo procurarme carne esta noche. Sí, esto hay que celebrarlo. Fui a ver a la Sra. Hoffe. Es una vieja decrépita pero arremozada. Ridícula. No me atendió con cortesía. Dijo que no recordaba nada del Dr. Mann y no me permitió acceso a los manuscritos de Kafka. Todo esto me pareció muy sospechoso, por lo que decidí que tenía que entrar, fuera como fuera, y ver esos documentos. No me pregunten cómo le hice para entrar —secreto profesional— pero entré. Creo que llegué a los manuscritos, y digo creo porque a pesar de estar escritos a mano no entiendo nada: Kafka escribía en alemán. Bueno, la cosa fue que los cogí y salí por donde había entrado. Ahora sólo necesito un traductor, y de confianza. ¿Conocen alguno?
III
Hoy llevé los manuscritos a un profesor de filología que me recomendó la Sra. Valdés. Son increíbles las conexiones que tiene esta mujer, llegan hasta Israel. Me cambié también de hotel, para no ser encontrado. Ustedes saben, para despistar. Pagué en efectivo. Nada de tarjetas, ok, soy un profesional. Lo que me extraña es que el suceso no haya salido en los medios, el gran robo de los originales de varias obras de Kafka, “el padre de la literatura moderna”. ¿O no?
IV
Toqué a la puerta y una voz ronca dijo algo inentendible, por lo menos para mí. Así que volví a tocar y la misma voz, ahora en inglés, dijo pase.
-Qué tal profesor, ¿cómo se encuentra?
-Bien ¿y usted? Sea bienvenido.
-Gracias, me encuentro más o menos.
-Oh, bueno…Tome asiento.
Me senté echado hacia atrás, cómodo. Miraba fijamente a la cara del profesor, un tipo más bien mayor. Ustedes saben, decrépito: canoso, calvo, pálido, con un bigotito absurdo que tapaba parte de su labio superior y una papada enorme, colgante, casi como un maldito escroto, pero sin los pelos. Era gordo. Sudaba.
-Cuénteme, profesor, qué encontró, si es que encontró algo.
-Bueno, sí encontré algo, y muy interesante…
-Ok, dispare entonces ―interrumpí. Me sentía paranoico en esa oficina. Un pájaro negro se paró en el borde de la ventana que estaba detrás del profesor. Era un día nublado. Se escuchaba el ruido de la calle.
-Sí, como le decía, encontré que los manuscritos se dividen en escritos de Kafka y otros en escritos de Brod. Lo curioso es que hay unos manuscritos que parecen ser de Kafka, pero que un estudio más profundo del estilo y algunas maneras de escribir y plantear las cosas no concuerdan con el estilo de Kafka. (Yo asentía con la cabeza, frunciendo el seño, poniendo los ojos chiquitos, como de chino. Estaba concentrándome. Ese hombre parecía decir cosas importantes.). Esto lo pude corroborar ―continuaba el profesor― con varias cartas del puño de Kafka a Brod, además de que parecen algo diferentes a los manuscritos de La Metamorfosis, que se encuentran en Oxford, Inglaterra…
-O sea que…
No pude articular mi pregunta, solo pude escuchar un zumbido, ver un buche de sangre y escuchar unos “ah, ah, ah”, mientras el profesor se desplomaba en el suelo. Yo, bueno, tomé los manuscritos y salí corriendo. Al salir a la calle escuché más zumbidos y vi cómo aparecían pequeños orificios en las paredes y en el metal de los carros. Escuché sonidos como de cristales rotos. Carajo, me disparaban. Pude morir y sin poder echarle un polvo a la Sra. Valdés.
V
Puede ser que el profesor haya muerto antes de aclarar todo, pero creo que descubrí el secreto. Antes de llegar a donde estoy vi a
* * * * * *
-Ester, ¿limpiaste la habitación del tal Brunetti?
-Sí, pero…
-Espero que hayas sacado todas las manchas de sangre.
-Sí, lo hice, pero encontré unos papeles debajo del matre. Están escritos en español y no sé, pero no creo que el tal Brunetti fuera un terrorista puertorriqueño.
-¿Y por qué dices eso?
-Es que sé un poco de español y los papeles son como… una narración sobre una investigación que estaba haciendo.
-¿Ajá?
-Sí, sobre Kafka, el escritor checo, judío, el de la novelita del hombre que se convierte en escarabajo.
-Jum, tal vez es un cuento, no sé. Quizás mientras completaba su misión, algún plan terrorista a favor de los palestinos de mierda, escribía en sus ratos libres para matar las horas muertas.
-Será…
-Pero bota, bota eso, ¿sí?, a nadie le importa lo que pudiera escribir el criminal ese y… no quiero problemas.
-Sí, señora.
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SE SUICIDA POR AMOR
San Juan- Victoria Valdés Ramos, de 34 años, fue encontrada muerta en su residencia ubicada en la urbanización Rose Gardens. Según informes policíacos, la mujer fue hallada acostada en su cama. Se sospecha que la causa de muerte fue suicidio por ingestión de medicamentos antidepresivos. Alegadamente, a su lado se encontró una nota en donde la occisa declara que no podía seguir viviendo sin el amor de su vida. Según informaron vecinos del lugar, Victoria Valdés perdió a su marido tres años atrás en un incidente trágico que nunca se esclareció y no pudo sobreponerse a la pérdida. Le sobrevive su hija de cinco años de edad.
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©Neftalí Omar Núñez/ 2004/2011
*Otra versión de este cuento recibió una mención honorífica en el Certamen Literario de la Universidad Politécnica de Puerto Rico en el año 2009.