jueves, 20 de mayo de 2010

No todas las suecas son rubias como novela precursora de las generaciones literarias de Mcondo y Crack


*Lo que sigue es el último capítulo de mi tesina de Maestría sobre el carácter precursor de No todas las suecas son rubias con respecto a los movimientos literarios McOndo y Crack. Toda la tesina en general no es la gran hostia, pero como dice la canción: "uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser". Así que aquí les dejo el capítulo importante, para ver si se animan a leer la novela, o si alguien por ahí está haciendo un trabajito sobre Abreu Adorno, pues que si en algo le sirve esta palabrería, pues bien, ¿no?

N.O.N.S.
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III. No todas las suecas son rubias como novela precursora de las generaciones literarias de Mcondo y Crack


En el siguiente capítulo analizaremos la novela No todas las suecas son rubias a la luz de las características distintivas de las obras narrativas de las generaciones literarias McOndo y Crack, para ver cómo anticipa dichos movimientos literarios.

No todas las suecas son rubias narra la relación amorosa entre Alberto y Christina Larsoon, un puertorriqueño y una sueca, respectivamente. Como comenta Saúl Yurkievich en el prólogo de la novela, “historia el nacimiento, apogeo y decadencia de un amor (su vida, pasión y muerte) ejercido a fondo” (10). La historia transcurre entre París y Malmö, con evocaciones a ciudades de Puerto Rico, España, Alemania, Italia y Grecia. Alberto, de 30 años, periodista y aspirante a novelista, recién divorciado de una griega luego que ésta le fuese infiel con un marroquí, casi alcohólico, con sobrepeso, algo calvo y quien ha residido en París durante unos 6 años, conoce a Christina en un café en París. Christina, por su parte, es una joven sueca de 22 años, recién graduada de la universidad, que va a París con su amiga Maritta para vivir un tiempo en esa famosa ciudad. Christina es políglota, pintora, pianista y maestra, y una mujer muy hermosa.

Alberto y Christina comienzan una relación amorosa. Viven juntos, al principio en París, pero luego Christina tiene que regresar a Malmö y la relación transcurre entre las dos ciudades; unos meses Alberto viviendo en Suecia con Christina y unos meses Christina viviendo en Francia con Alberto. Entre los dos, entonces, comienzan los problemas debido a las personalidades disparejas de ambos, lo cual da cabida para que Alberto se cuestione si dichas diferencias son culturales. Alberto tiene una idea preconcebida de cómo son las suecas -producto de la imagen que han hecho de ellas los medios masivos de comunicación- y se enamora del mito de las mujeres suecas: mujeres bellas, libidinosas y liberadas sexualmente. Sin embargo, al confrontarse con la realidad, se da cuenta que Christina no tiene nada que ver con el mito, con la concepción de las suecas que conocía a través de revistas, películas pornográficas y el cine de Hollywood. Se encuentra, en cambio, con una mujer programática, pragmática y poco espontánea, una mujer a la cual no puede dominar sexualmente porque guarda su independencia hasta en la sexualidad.

La relación entre Alberto y Christina dura aproximadamente un año. Christina deja a Alberto luego de que él por fin se enamora de ella como persona y no como mito. Ocurre cuando ambos están en sus respectivos países de residencia: Alberto en Francia y Christina en Suecia. Christina deja de escribirle a Alberto y éste la llama por teléfono. Christina le dice que se enamoró de un pintor que se está quedando ciego y que su relación terminó. Alberto termina como comenzó la novela, despechado amorosamente, bebiendo y engordando, luego de que con Christina rebajó y controló su consumo de alcohol. Mientras escribe el reportaje sobre los refugiados políticos en Suecia y el monólogo que leemos, en el mismo café donde conoció a Christina, entran dos extranjeras y se infiere que Alberto abordará a una de ellas e intentará comenzar una nueva relación.

La historia de amor entre Alberto y Christina se contrapuntea con la historia de los tres refugiados políticos sudamericanos, un argentino, un boliviano y un chileno, que Alberto conoce en Suecia. Alberto les realiza una entrevista para un futuro artículo sobre los refugiados políticos latinoamericanos en Suecia. En esa entrevista se presentan los problemas de adaptación que sufren los refugiados políticos latinoamericanos en Suecia por no conocer el idioma, debido a las diferencias culturales entre nórdicos y latinos, y a causa del clima y la comida, entre otros factores. Se sienten desarraigados, analfabetos, incomunicados, sabiendo poco de Suecia y, por la distancia, olvidados e ignorantes de sus países de origen. En este sentido, la novela de Abreu Adorno gira en torno al tema del otro, de la otredad, y “narra la atracción y el rechazo” que provocan (Yurkievich 1991, 10). El otro, en la obra, es tanto Christina para Alberto como Alberto para Christina, al igual que los suecos para los refugiados políticos latinoamericanos en Suecia como los refugiados políticos latinoamericanos para los suecos. Esto va más allá de las diferencias culturales, pues éstas, que existen y son obvias, se utilizan para representar un problema o dinámica humana que existe en cada relación con cualquier ser humano.

Pasemos ahora a ver lo que convierte, a nuestro entender, No todas las suecas son rubias en una novela precursora de McOndo y de Crack.

No todas las suecas son rubias comparte elementos tanto McOndo como Crack. Un elemento Crack en la novela es la ambientación, la cual no ocurre en ningún país hispanoamericano. Aunque si bien es cierto que este no es un requisito fundamental, debido a que hay novelas Crack ambientadas en Hispanoamérica, Crack, al contrario de McOndo, se ha caracterizado por crear narraciones en donde tanto los personajes como las ambientaciones no son hispanoamericanas. No todas las suecas son rubias está ambientada en París, Francia, y en Malmö, Suecia, con evocaciones a ciudades europeas, hispanoamericanas y estadounidenses como Tesalónica, Barcelona, Lund, Copenhague, Bremen, Florencia, Perugia, Nueva York, San Juan, y con evocaciones a países como Senegal, Argentina, Bolivia y Chile. Los personajes que pueblan la obra son de estas nacionalidades y también de otras, como la nacionalidad japonesa, debido a que Christina, en un viaje en tren de Suecia a Italia conoce a Hayato Yato, un joven japonés que viaja por Europa en Interail. Sin embargo, el elemento McOndo radica en que el personaje principal es hispanoamericano (puertorriqueño), por lo que el prisma desde el cual se mira principalmente el mundo novelesco es hispanoamericano.

La obra, por otra parte, es McOndo en la medida en que el mundo novelesco es referencial y en que es un mundo globalizado, una aldea global. Si bien es cierto que en el tiempo novelesco, de principios de la década de los ochentas, no han ocurrido las revoluciones informático-tecnológicas como la Internet y el cable TV (o al menos su generalización), ni ha ocurrido la caída del comunismo, por lo que el mundo todavía está dividido en los bloques comunistas y democráticos, ya se ve el mundo actual, posmoderno y globalizado. Esto se ve en la gama de personajes de diversas nacionalidades y partes del mundo que hay en la novela y en los encuentros que ocurren entre ellos. Un puertorriqueño en Malmö, una ciudad pequeña según los parámetros de las grandes ciudades del mundo, se puede encontrar con una colonia de exiliados hispanoamericanos, hacer amistad con un grupo de ellos y realizarles una entrevista en una cadena de restaurantes estadounidenses como es McDonald’s. Las fronteras, pues, se borran y un puertorriqueño puede vivir completamente adaptado en un país europeo y encontrarse con que sus relaciones sentimentales más importantes han sido con mujeres de Grecia, Alemania, España y Suecia. Igualmente, una sueca casi provinciana puede viajar por Europa como si fuese una extensión de su país y mantener relaciones sentimentales con franceses, italianos, daneses, africanos y hasta con un puertorriqueño. Esta globalización se ve, además, en el consumo de la moda, la música, el cine, los programas televisivos y hasta de los alimentos. En la obra se habla de los jóvenes franceses vestidos a la moda punk inglesa y de los jóvenes suecos adoptando modas y maneras sacadas de la cultura pop estadounidense, de tal manera que hablan inglés entre ellos. En Malmö, además, Alberto y Christina ven la serie televisiva estadounidense Dallas y en París y en Malmö comen en las cadenas norteamericanas de restaurantes Burger King y McDonald’s. De hecho, es en este último restaurante donde ocurre el coloquio entre Alberto y los exiliados políticos hispanoamericanos en Suecia, lo cual nos lleva a la caída de varios de los metarrelatos de la modernidad, sobre todo el concerniente al socialismo y las luchas revolucionarias, elementos que tanto McOndo y Crack comparten.

En el “Coloquio en el McDonald’s de Gustav Adolfs Torg o los hombres que llegaron tarde”, Alberto realiza una entrevista a Marcelo, Fernando y Jaime, tres refugiados políticos sudamericanos en Suecia. Estos, que lucharon en revoluciones con personalidades tales como Che Guevara, terminaron en una ciudad europea, vencidos, enajenados tanto del país que los acogió, por no conocer su idioma ni poder adaptarse a su idiosincrasia, como a sus países de origen, dado que la lejanía los enajena de sus realidades y problemáticas reales. Terminaron en un limbo, contando sus historias en una cadena de restaurantes arquetípica del capitalismo proveniente del mayor representante de dicha ideología, como lo es Estados Unidos. El hecho de que la entrevista se realice en un McDonald’s es irónico y acentúa el triunfo del capitalismo sobre el comunismo. En cambio, Alberto, que al parecer simpatiza con las ideas de izquierda, pero sin creer en su radicalismo, vive adaptado a un entorno ajeno a su país de origen, Puerto Rico, y se pasea como ciudadano del mundo por Francia, España, Grecia, Alemania, Estados Unidos y Suecia, y mantiene relaciones de igual a igual con personas de dichas procedencias. En este capítulo, además, como menciona José Luis Vega (1998), se afirma “la autonomía relativa del arte frente a la política” (98) debido a que tanto Marcelo como Fernando son artistas, el primero pintor y el segundo poeta, y dejaron de lado su arte para involucrarse en las revoluciones, lo cual los llevó al desarraigo en que se encuentran en Suecia. Ahora, en el exilio, han retomado el arte:

Alberto: Es interesante que tanto tú como Fernando, en este exilio sueco, a los cincuentitantos años, un poco desencantados de la política, opten por la respuesta artística, la alternativa estética.
Fernando: Somos los hombres que llegaron tarde (105).
Con esta afirmación de Fernando se presenta la caída, además, de la idea del escritor comprometido que tanto ha pululado en Hispanoamérica.

MacOndo, como hemos dicho en capítulos anteriores, no cuenta sagas colectivas, sino historias individuales, y Crack ni siquiera se pone a pensar si la historia que cuentan es hispanoamericana. Esto de alguna manera ocurre en la novela. La historia es universal porque las nacionalidades de los personajes son intercambiables por la de personajes de procedencias no latinoamericanas. Si el tema principal de la obra es el otro y cómo la concepción del otro, de su identidad, se construye a través de los medios masivos de comunicación así como de los artefactos de la alta cultura (la literatura, el teatro, el cine-arte, la pintura, entre otros), da igual que el personaje principal de la novela sea puertorriqueño como que sea italiano, japonés, estadounidense o de cualquier otra nacionalidad. De hecho, la segunda parte de la novela, “Min lilla svenska flicka”, que consiste en el monólogo de Christina sobre su vida y las parejas y amantes que ha tenido hasta conocer a Alberto, trata el tema del otro visto a través de las relaciones que ha sostenido ella con esas parejas y amantes tanto de su misma nacionalidad como de distintas nacionalidades (sueco, africano, italiano y francés), sin contar el tema del otro visto a través de la relación con su familia. Igualmente, los refugiados políticos latinoamericanos son intercambiables por refugiados políticos africanos o de Europa Oriental, por mencionar un ejemplo; el argumento de atracción y repulsión ocasionadas por el otro, que menciona Yurkievich (10), se sostendría de la misma manera. Por otra parte, en la obra se cuestiona la idea de las identidades fijas y esencialistas, elemento que la emparentan con McOndo y Crack.

Alberto y Christina no representan lo que conocemos por puertorriqueño y sueco, y sus diferencias, más que culturales son presentadas como producto de caracteres distintos. En la obra, Alberto dice en relación a esto lo siguiente:

No sé por qué razón discutimos sobre las diferencias culturales entre nosotros. Yo sostenía que la cultura era un asunto personal, individual, y que cada persona tenía subjetivadas características de lo que podría llamarse “cultura nacional”. Lo esencial era la relación subjetiva con esa cultura nacional, que nunca se daba de manera idéntica en dos personas. Yo no estaba seguro de si existían diferencias culturales entre nosotros, pero estaba convencido que a nivel personal sí las había (28).
La relación con la cultura es, pues, subjetiva y no se da igual entre dos personas de la misma nacionalidad. Por lo tanto, no hay que buscar la manera de ser de las personas ni las motivaciones de sus actos en la cultura a la cual pertenecen, pues eso implica que todas las personas de un mismo país o de un grupo étnico o cultural son iguales. Lo que nos hace quienes somos es, pues, nuestra historia de vida. En toda la novela Alberto intenta entender a Christina a través del mito de las suecas, el cual intenta constatar. Alberto tenía una idea preconcebida de las mujeres suecas, producto de la literatura, del cine y hasta de la pornografía. Imaginaba que las suecas eran mujeres desinhibidas, espontáneas y liberadas sexualmente, y se encuentra con una mujer muy práctica, pragmática, poco espontánea, introvertida en muchos aspectos, que sólo quería tener sexo antes de dormir. Por otra parte, se encontró con una mujer muy talentosa, inteligente y amante de la cultura, puntos de contacto que compartía con él. Christina, pues, es un individuo. Tanto en el monólogo de Christina, “Min lilla svenska flicka”, como en “A Day in The Life”, narrado en tercera persona por un narrador omnisciente, podemos ver las motivaciones de los actos de Christina. Su historia no difiere de la que pudiera ocurrirle a cualquier joven en cualquier parte del mundo. Una joven mujer criada en un hogar de clase media marcado por la enfermedad de su hermano, la cual dispara un problema psicológico de depresión severa en su madre y hace que ella, la hija mayor, tenga que ocuparse del hogar. De esto resulta que desarrolle un resentimiento contra su familia y busque refugio en los hombres; sin embargo, sus dos primeras relaciones sentimentales terminaron en la infidelidad de sus compañeros, lo que la hace ser precavida y desconfiada en sus futuras relaciones. Sus motivaciones, como podemos ver, son sicológicas, sociológicas y hasta biológicas. Ella es un ser humano, un individuo que incidental y accidentalmente nació y se crió en Suecia, como Alberto es un ser humano que incidental y accidentalmente nació y se crió en Puerto Rico. Alberto no representa lo puertorriqueño, entendido de la manera en que es presentado por buena parte de la literatura del patio y por el cine de Hollywood. Alberto no es un puertorriqueño colonizado y dócil y menos un pandillero bailarín sacado de la película West side story. Tampoco es el intelectual puertorriqueño exiliado con su crisis existencial producto de la situación política puertorriqueña, como Eddy, el protagonista de Figuraciones en el mes de marzo, de Emilio Díaz Valcárcel. Por el contrario, es un puertorriqueño universal, descolonizado y nada insularista, que dialoga en igualdad de condiciones con la cultura europea, estadounidense e hispanoamericana. Se atreve, como menciona José Luis Vega (1998), hasta a criticar la segunda ciudad más importante de Suecia por considerarla provinciana y aburrida en comparación con París.

No todas las suecas son rubias posee muchos de los motivos que poseen las novelas McOndo. En el primer capítulo mencionamos que McOndo sigue una tradición de novelas beatnik, del realismo sucio y de la transgresión. Estos motivos son el mundo urbano, el viaje, el personaje escritor o que quiere serlo, las referencias artísticas a la literatura, el cine, las artes plásticas, y las referencias al mundo pop. Todos estos motivos están en la novela, que se halla ambientada en un entorno urbano, entre la ciudad cosmopolita de París y la segunda ciudad más importante de Suecia, Malmö. Los personajes cuentan sus pericias vitales, las cuales ocurrieron en varias urbes europeas, estadounidenses e hispanoamericanas. El elemento del viaje y del personaje transeúnte es capital en la obra. El viaje, sea a través de la ciudad o entre ciudades, es lo que ocasiona los encuentros y es, por tanto, una vía de conocimiento y reconocimiento. Es a través del viaje que ocurre el encuentro con la otredad. Así, Alberto puede conocer a Christina en un café en París y conocer, a su vez, a los exiliados políticos hispanoamericanos en Malmö. Estos encuentros son los que hacen a Alberto reconocerse en tanto puertorriqueño universal y los que hacen a los personajes conocer distintas culturas y conocer distintos artistas y modalidades del arte. Para Christina, conocer a Alberto significó “descubrir el mundo del Caribe y el resto de América Latina” (124), conocer la pintura de Wilfredo Lam, la música de Arsenio Rodríguez y el sabor de la guayaba, por citar algunos ejemplos. En el capítulo “A Day in The Life” es donde mejor vemos el motivo del viaje. En dicho capítulo, un narrador omnisciente nos presenta la travesía de Alberto y Christina a través de París. Un itinerario que comienza en su apartamento, pasa por la biblioteca del Beaubourg y continúa por varias calles de París, por el Sena, con paradas en Burger King, un café y un supermercado, para terminar en el apartamento donde comenzó la travesía con la pareja cenando, viendo televisión y manteniendo relaciones sexuales. Durante la travesía, como si de un carnaval se tratase, se nos presenta la variedad de personajes que habitan la babélica ciudad, además de los encuentros y desencuentros entre Alberto y Christina a nivel personal y el conocimiento adquirido tanto por Christina (la pintura de Wilfredo Lam, la música de Arsenio Rodríguez y el sabor de la guayaba), como por Alberto (información sobre el cineasta polaco Andrezj Wajda para un artículo periodístico).

Otro motivo que podemos mencionar es el del personaje escritor y la relación vida-literatura. Alberto quiere ser novelista, pero se le hace difícil escribir. Se podría decir que satisface su deseo de escribir con su labor periodística como corresponsal para un periódico de San Juan y con su diario, que es la narración (“Escrituras de Café-I” y “Escrituras de Café II”) que leemos en la novela. En consonancia con los personajes y hasta autores de escritores beatniks, del realismo sucio y de la transgresión que influyen en las obras McOndo, vida y literatura se con-funden, y el personaje lo que desea es transcribir su vida al papel, ficcionalizarla. En la obra, vemos cómo el protagonista escribe en su diario:

Seguía dramatizando en exceso, representando teatralmente, literariamente mi existencia. Mi vida, mi anecdotario, mis vivencias, mis experiencias, mis circunstancias, mi data biográfica, era siempre transformada, elaborada dentro de su posibilidad novelesca. Por eso jamás había escrito esa novela, porque la vivía; mi vida toda era una caótica antología de innumerables relatos, de infinitos textos, con argumentos, personajes y lenguajes correspondientes (24).
En otra entrada de su diario, volverá afirmar su ars poética:

…y sólo sabía que en su día, toda la experiencia con ella me daría un caudaloso material preliterario que podría usar en mi novela (43).

Así, vemos que Alberto pretende utilizar su vida como la fuente principal para crear sus ficciones. Y podríamos argüir, además, que toda su relación con Christina es un tipo de investigación para escribir su novela. No olvidemos que Alberto es un periodista cultural que realiza investigaciones para escribir sus artículos. Esto lo demuestra el tipo de reportajes que realiza en la obra: artículos sobre el camarógrafo Néstor Almendros y el escritor argentino Julio Cortázar, así como un reportaje sobre los exiliados latinoamericanos en Suecia. Para su novela, en vez de ir a una biblioteca para buscar información, la buscará en la vida. Como un periodista del Nuevo Periodismo o del Periodismo Gonzo, buscará un tema en donde él no será un simple observador, sino un ente activo que participará desde adentro, para luego escribir lo que vio y sintió. Esta actitud, al parecer, no sólo la comparte Alberto, sino también su creador, Manuel Abreu Adorno. Según Saúl Yurkievich (1991), No todas las suecas son rubias es una novela pseudo-autobiográfica, basada en la relación de Abreu Adorno con una joven sueca y sus estadías con ella en Malmö. Como muchas de las novelas beatnik, del realismo sucio y de la transgresión, Alberto sería un alter-ego del autor y su novela una ficcionalización de una etapa de su vida. Este procedimiento no es ajeno en la literatura hispanoamericana anterior a McOndo. Lo podemos ver, por ejemplo, en obras de Mario Vargas Llosa (La tía Julia y el escribidor) y Alfredo Bryce Echenique, pero lo cierto es que varios escritores asociados a McOndo vienen usando este procedimiento con insistencia, como Roberto Bolaño, quien utiliza como alter-ego al personaje Arturo Belano en varias de sus narraciones, y lo vemos en varias novelas de Alberto Fuguet, en donde la biografía del protagonista y del autor corren sendas paralelas, aunque no idénticas.

La relación vida-literatura también se ramifica en la relación vida-arte y en la identificación con personalidades del mundo de la cultura pop. En toda la novela hay múltiples referencias a escritores, obras literarias, películas, series televisivas, cantantes, pintores y escultores; también a personalidades del mundo político y deportivo. Estas referencias sirven para mostrar los intereses, posturas y afinidades de los personajes y para mostrar cómo a su vez estos nos hermanan y crean puntos de contacto. Además de que sirven para mostrar cómo la alta cultura y la baja cultura construyen las personalidades, al crear unos referentes de cómo son las personas de X o Y país, nacionalidad o estrato económico. Por esta razón Alberto se confunde con la personalidad de Christina, tan diversa a la de las suecas presentadas en la literatura, el cine, las revistas y las películas pornográficas; y por esta razón, además, cuando la conoce teme que ella lo vea como el mito del latin lover o del revolucionario latinoamericano tipo Che Guevara que se tenía en Europa todavía por eso años.

Los motivos que comparte No todas las suecas son rubias con los de las novelas McOndo difieren, sin embargo, en la manera en que son tratados. El estilo y la estructura novelesca acercan más esta obra a las novelas Crack. En la novela de Abreu Adorno el lenguaje es más literario, entendido como que lo coloquial se da por el ritmo, tomando en cuenta que es una novela escrita mayormente en primera persona. Tenemos que considerar, respecto a esto, que el monólogo de Christina está escrito en español, lengua que ella no domina, por lo que el texto que leemos sería una traducción del sueco al español. En la obra, pues, no hay jerga tipo rock o salsa, y el habla dialectal o los giros dialectales escasean, con la excepción del coloquio entre los exiliados políticos latinoamericanos, en donde los personajes hablan de acuerdo a los dialectos de sus países de origen. Aunque la obra no tiene un lenguaje “sucio” o crudo, como por lo general lo tienen las novelas McOndo, ciertamente, como comenta Saúl Yurkievich al comparar la novela de Abreu Adorno con Rayuela, de Julio Cortázar, lo sexual es tratado con “minuciosa crudeza” (12), como es característico en las novelas McOndo. Por otra parte, la estructura de la novela, cónsona con lo postulado por Crack, es experimental y polifónica, además de ser una “novela mundo”, o sea que intenta comprender el tema que trata desde todas las perspectivas.

La obra está dividida en cinco partes. La primera, “Escrituras de Café-I”, es un diario-monólogo cuyo narrador es Alberto. La segunda parte, “Min Lilla Svenska Flicka”, es un monólogo cuya voz narrativa es Christina. La tercera parte, “Coloquio en el McDonald’s de Gustav Adolfs Torg o Los Hombres que Llegaron Tarde”, es una entrevista en forma de diálogo dirigida por Alberto, sin intervención de ningún narrador, entre Jaime, Marcelo y Fernando, los refugiados políticos latinoamericanos. La cuarta parte, “A Day in The Life”, es una narración en tercera persona omnisciente sobre un día en la vida de Alberto y Christina. Por último, la obra termina con “Escrituras de Café-II”, diario- monólogo de Alberto, que comienza y termina la novela. Sin embargo, esta parte se diferencia de la primera en que alterna en cada entrada del diario un artículo narrado en forma neutra y profesional sobre los refugiados políticos latinoamericanos en Suecia con el monólogo sobre su vida. Esta variedad de narradores y puntos de vista es lo que hace que la novela sea polifónica. Domingo Sánchez - Mesa Martínez (1999), hablando del concepto de polifonía de Mijaíl Bajtín y cómo el mismo se ve en las novelas de Dostoievski, dice:

Dostoievski logra así profundizar en los puntos de vista ajenos, haciendo que sus personajes, más que objetos de la palabra del autor, se nos ofrezcan como sujetos de sus propios discursos, como una pluralidad de conciencias autónomas con sus correspondientes concepciones del mundo, cuyos caracteres y destinos, lejos de diluirse en la unitaria conciencia del autor, forman parte del entramado de voces y posiciones ideológicas en una especie de contrapunto musical, del cual deriva la metáfora bajtiniana de la polifonía narrativa (211-212).
Dejándonos llevar por lo que afirma Domingo Sánchez, No todas las suecas son rubias es una novela polifónica debido a que Manuel Abreu Adorno deja hablar a sus personajes, permite que cada uno cuente su historia y presente así su visión de mundo. Vistas en su totalidad, estas presentan, sin agotarla, una realidad mucho más amplia y compleja. Con excepción del coloquio entre los exiliados políticos sudamericanos, cada narrador abre una perspectiva distinta de la relación entre Alberto y Christina. Manuel Abreu Adorno deja que cada protagonista cuente su historia a través de su monólogo, para luego presentarlos juntos, en un día de su vida en común, a través de un narrador omnisciente, quien narra el itinerario que tienen los protagonistas y se adentra en sus conciencias para mostrarnos sus pensamientos. Sin embargo, este narrador omnisciente no toma posición. Narra, muestra y describe, pero no emite juicios ni ofrece conclusiones. Nos toca a nosotros, los lectores, llegar a nuestras propias conclusiones a partir del material provisto en dicho capítulo y de los monólogos de cada uno de los miembros de la pareja protagonista. Igualmente, en el coloquio entre Alberto y los exiliados políticos latinoamericanos, Abreu Adorno deja hablar a los personajes. No hay ni siquiera una voz narrativa. Este capítulo sirve de contrapunto a la relación amorosa entre Alberto y Christina y nos lleva a concluir que más que una historia de amor, el tema central de la novela es la otredad y cómo la realidad, al igual que los seres humanos, lejos de ser monolítica o unidimensional, es múltiple y heterogénea.

El autor de la novela trabaja a través de los contrastes. Los monólogos de Alberto se contrastan con el monólogo de Christina, y ambos monólogos, a su vez, son contrastados con la narración en tercera persona del capítulo “A Day in The Life” sobre un día en la vida de la pareja. Por su parte, el coloquio de los exiliados es contrastado con el artículo de estilo neutro y objetivo que escribe Alberto sobre los exiliados políticos latinoamericanos, el cual aparece intermitentemente en cada entrada de su diario. Este artículo nos da más luz sobre la problemática que presenta, ya que toma en consideración otros elementos de información objetiva, tales como estadísticas y el contexto histórico; además de información subjetiva, como la provista por Jaime, Marcelo y Fernando en la entrevista. Dicho artículo vendría siendo una interpretación que hace Alberto de la situación de los exiliados políticos latinoamericanos en Suecia, tomando en consideración las diversas fuentes para escribir el mismo. Este ejercicio que realiza Alberto es el que nosotros, como lectores, hacemos al leer la novela. Escuchamos lo que Alberto, Christina y el narrador omnisciente nos muestran, dos puntos de vista subjetivos y uno que se supone sea objetivo, y con esa información llegamos a nuestras propias conclusiones, lo cual es decir que escribimos nuestra propia novela. Es en este sentido que podemos decir que No todas las suecas son rubias, una novela que no llega a las 200 páginas, es una “novela mundo”, debido a que intenta comprender desde todas las perspectivas las realidades seleccionadas, pero sin agotarlas, ya que como muy bien menciona Saúl Yurkievich, la novela de Abreu Adorno trata “de asumir la móvil, simultánea y heterogénea complejidad de lo real” (10), realidad que a través del texto es presentada como plurívoca y pluricéntrica.

Vistas estas características en su totalidad, podemos decir que No todas las suecas son rubias es una novela McOndo y una novela Crack, pero escrita a principios de los años 80, una década antes de que surgieran dichos movimientos literarios.

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Bibliografía (que cito en el cap., of course)

Abreu Adorno, Manuel. No todas las suecas son rubias. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1991.
 
Sánchez-Mesa-Martínez, Domingo. Literatura y cultura de la responsabilidad. El pensamiento dialógico de Miajíl Bajtín. Granada: Editorial Comares, 1999.
 
Vega, José Luis. Techo a dos aguas. Río Piedras: Editorial Plaza Mayor, 1998.

Yurkievich, Saúl. Prólogo. La vida perdurable. En: No todas las suecas son rubias, págs. 7-12. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1991.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Amor a primera vista


A LMT

Estaba en la biblioteca, saliendo del salón de computadoras, cuando la vi. Era la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Era una diosa con su pelo rizo, su preciosa cara al natural, su figura esbelta y su manera de caminar, como si en vez de caminar se deslizase…

Chica, si te podrás imaginar. Iba al salón de computadoras a hacer un trabajo, cuando un muchacho ahí se me queda mirando…

Nuestras miradas se entrecruzaron. Fue una sensación única, celestial, mística. Era como telepatía. Éramos dos almas gemelas que se habían reencontrado, ese amor que desde la fundación del mundo el destino ya había unido…

Yo también me le quedé mirando, por joder, pero él nunca dejó de mirarme. Me dieron ganas de decirle: “Mijo, qué es, deja la miradera”, pero no me atreví…

Seguimos caminando, sin dejar de mirarnos, hasta que ella pasó por mi lado y yo por el suyo, hacia nuestros destinos. Pero me dio por mirar hacia atrás, para deleitarme en su belleza una vez más, y cual fue mi sorpresa al percatarme que ella ya tenía vuelta su mirada hacia mí. Nuestras miradas se cruzaron una vez más por unos segundos, hasta que la vergüenza nos hizo proseguir nuestros caminos…

Después de pasar por su lado me dio por mirarlo, tú sabes, para ver bien quién era ese loco, cuando él también se vira a mirarme. Chica, me dio un susto y una vergüenza…

“Dios -pensé- le gusto…Pero qué idiota soy, debí decirle algo”… Todavía me recrimino el nunca haberle dicho nada. Creo que perdí el amor de mi vida. Todavía pienso en ella, a pesar del tiempo transcurrido. Sé que si tan solo le hubiese dicho algo todo sería diferente y ella sería mía…

Y nada, me viré y seguí caminando… Acho, ahora va a creer que me gusta… No chica, si era feo, por Dios, no.


N.O.N.S./ 19 de marzo de 2006

jueves, 6 de mayo de 2010

Mierda y nada más


Quiero ser escritor, pero no me salen las palabras, no se me ocurren tramas, historias. Quiero, más bien, ser narrador. Pero cómo ser un Borges, un Vargas Llosa, un Abreu Adorno o un Chandler o un Bukowski. No puedo. Podría escribir sobre mi vida. Partir de ahí, de lo autobiográfico y luego ficcionalizar. Eso hacen la mayoría de los escritores, o al menos lo hicieron Céline, Miller, Kerouac y Bukowski, entre otros, claro. Pero escribir sobre mi vida, bah, si qué vida. Mi vida es aburrida y nada novelable. Apenas he vivido. Mi vida parece una película de esas independientes sobre personas frustradas, donde apenas hay trama y sí mucho monólogo interior. Mucha voz en off. Sí, películas como Sideways, The Weatherman y otras así, de losers. ¿Soy un loser? La mera duda ofende. Claro que lo soy. Por eso estoy frente a esta página escribiendo sobre mi vida en vez de estar escribiendo alguna ficción, o por lo menos algunas memorias interesantes. No, si escribiera sobre mi vida diría: lo concibieron, nació, fue a la escuela, en la universidad obtuvo un bachillerato inservible que lo condena a una vida inservible y por el momento está esperando la muerte. Patético, ¿no? No hay amigos ni novias, sólo algunas putas con ínfulas de actrices porno que gimen como si uno tuviera un aparato de 12 pulgadas, cuando en realidad ni llega a 6 y es hasta difícil vértelo cuando meas. Lo único que hay es mucha observación, muchos libros y muchas películas y sitcoms chatarras. Maldito aprendizaje vicario. Qué hace uno con eso. Vivir, es lo que quiero. Amar y ser amado, por más cursi y clichoso que suene. Coño, si al menos alguien me odiara. Pero cómo me van a odiar, si para eso se necesita al menos actuar, y mis actuaciones en este gran teatro que es la vida se reducen a satisfacer mis necesidades básicas, sólo a eso. Soy un personaje de fondo, un simple extra en donde los demás parecen ser los únicos personajes importantes, sean protagonistas o secundarios. Ese soy yo, el que va camino al baño a defecar, cuando la cámara sigue a esos dos que parecen tener una conversación interesante. Ese soy yo, el que se está metiendo un pedazo de lasaña a la boca mientras la cámara se enfoca en la parejita hermosa que mantiene un diálogo romántico en ese restaurante italiano ni caro ni barato. Y ese soy yo, el que camina cabizbajo por una avenida principal mientras la cámara sigue los pasos de ese triunfador que va rumbo a su trabajo. Quizás tenga problemas, vamos, es la verdad, pero al menos tiene problemas. Yo ni eso. Mi único problema en la vida es que no tengo vida. No trabajo, no tengo amigos y no tengo talento. Si lo tuviera no me molestaría. Tendría todo el día libre para escribir buenas historias, pero no. Me siento frente a la compu o cojo un papel y un lápiz y me quedo allí, lelo, haciendo un esfuerzo mental en vano. Diagnóstico: estreñimiento ficcional. Sí, por lo menos no tengo que preocuparme por un techo ni por la comida y demás cosas: Papi y Mami me las suplen. Dios, patetismo en su máxima expresión. Qué le digo a esa vecinita que tanto me gusta: hola, soy fulanito, tengo 25 años, no trabajo pero tengo un bachillerato magna cum laude, mi papi y mi mami me mantienen mientras escribo la gran novela del siglo, no tengo un centavo, ¿pero quieres ir al cine a ver la película que salió el jueves y que dicen que es tan buena?, ah, y disculpa, pero tengo que decírtelo, eres hermosa, simplemente hermosa… En mis fantasías mi vecinita me diría: “Sí, me encantaría ir a ver esa película contigo, futuro Nobel de Literatura, y ji ji yo también pienso que eres guapo, hermoso”… Iríamos a ver la película, luego a comer y a mantener una amena conversación para después terminar haciendo varias posiciones interesantes mientras escucho sus dulces gemidos. Ella diría al final: “Fulanito, eres mi dios”, mientras yo me fumo un cigarrillo con aires de indiferencia. Veo demasiada televisión. En realidad soy un tímido patológico y nunca, nunca, me atrevería abordar a mi vecinita, a ese tronco de hembra, arte mayor de Dios, diosa ella misma. Y si lo hiciera, ajá, sólo se reiría de mí. Sin contar que lo más probable debe tener novio. Una preciosura así es raro que esté sola. A menos que no le gusten los sino las… Sería interesante para la experiencia vital de un escritor tener un trisom con dos bellezas, sí, todo un culto venusiano… Debo dejar la pornografía. La vida sexual de un hombre no debe limitarse al onanismo o a contratar a las trabajadoras sexuales, perdonando el eufemismo. Estoy evitando las malas palabras porque escuché a Mami en la cocina y me da no sé que pudor utilizar un lenguaje obsceno. Pero que se joda joda joda puñeta coño y mamao que soy… Soy una persona adulta y puedo utilizar el lenguaje que se me venga en gana. ¿Estoy equivocado? Y no es malo, el Quijote está plagado de malas palabras. Si Cervantes puede, por qué yo no... Perdón, papá Cervantes, perdón. No vuelvo a compararme contigo, perdona mi pecado, mi blasfemia… Ven, ahora me siento como mierda. ¡Si soy agnóstico! No sé si Dios existe y de existir, no sería Cervantes. Claro, sería Corín Tellado. Lol, es una broma. Ni para comediante sirvo… Nada, ya se me ocurrió una historia. Pero no, me dieron ganas de cagar y si me aguanto me estriño y me salen hemorroides, y la literatura requiere de paz y sosiego y sobre todo de tiempo, de mucho tiempo. ¿Conocen de algún escritor con hemorroides? Yo no sé de ninguno aunque quién sabe a cuántos almorránicos he leído. En fin, adiós, que se me sale. 




© Neftalí Omar Núñez, 30 de oct de 2008

Memento


de autoengaño.
con su dosis fuerte
el momento en que nos jodimos,
en la cual buscamos
y sin memoria,
que hacemos en reversa
es una complicada investigación
La vida

N.O.N.S./ 2009

De hippies, suecas y sonidos innombrables. Mis encuentros y desencuentros con Manuel Abreu Adorno



En estos días se cumplen 25 años de la muerte (misteriosa) de mi escritor puertorriqueño favorito, Manuel Abreu Adorno. La primera vez que vi uno de sus libros lo descarté, llevado por un prejuicio que todavía llevaba conmigo por eso días, el cual consistía en ignorar, por considerarlas de poca calidad, las publicaciones poco conocidas y publicadas por editoriales independientes, a pesar de varias experiencias que contradecían esta forma estúpida de pensamiento. El libro era Llegaron los hippies. La carátula era como rosa oscuro, casi roja, de una cara con un tipo con gafas y con barba. Por el título y la carátula pensé que era uno de muchos textos baratos, de mala literatura, que se publican en Puerto Rico. El libro lo vi en una librería en San Juan, cuando estudiaba Derecho, allá para el 2005. La segunda vez que vi el libro fue en abril de 2006, en un puesto de revistas y libros que estaba ubicado en Plaza Vilariño, en el pueblo de Ponce. El sitio ya no existe. Descarté el libro, y nunca más lo he vuelto a ver a la venta, un libro que se convertiría en uno de mis libros de cuentos favoritos de todos los tiempos. En la librería del ICP en Ponce también llegué a ver la novela No todas las suecas son rubias y el poemario Sonido de lo innombrable, pero igualmente los descarté pensando que eran mala literatura, hasta que un día…

El domingo 16 de abril de 2006 el suplemento La Revista Domingo del periódico El Nuevo Día le dedicó casi toda la publicación a este autor que tantas veces pasé por alto. La casi completa edición de la publicación a Manuel Abreu Adorno respondía a que meses antes el escritor chileno Roberto Ampuero había escrito un artículo para un periódico chileno, en donde hablaba de varias obras de literatura puertorriqueña, y entre ellas mencionaba los textos narrativos de Manuel Abreu Adorno. Para Ampuero, Abreu Adorno era el precursor latinoamericano secreto de McOndo, pues según él, se adelantó 15 años a lo que luego harían esos escritores a partir de los años 90. La Revista incluía, además de información sobre la vida y obra del autor, un capitulo de su novela inédita Elegía para Eleanor Rigby…o la noche en que mataron a… Demás está decir que me fascinó el texto que narraba las peripecias de un joven blanquito de San Juan educado en un colegio privado, narrado con muchas referencias al cine y a la televisión de los años sesentas y setentas. El texto me pareció fresco y la vida de Abreu Adorno fascinante y misteriosa. Recordé que días antes había visto el libro Llegaron los hippies en la tienda de libros y revistas ubicada en Plaza Vilariño y la novela y el poemario en la librería del ICP. Dos días después fui a comprarlos. No encontré Llegaron los hippies, y nunca más lo he vuelto a ver para la venta, salvo en bibliotecas. Pero pude comprar No todas las suecas son rubias y Sonido de lo innombrable en la tienda del ICP.

El día que compré No todas las suecas son rubias me la leí de un cantazo. Quedé prendado a esa historia de amor entre Alberto y Christina, un puertorriqueño y una sueca, ambientada en París y Malmo, con referencias a eventos que sucedieron en otras ciudades europeas. Me gustó los temas que trataba: el problema de la incomunicación, la imposibilidad de entender completamente al otro, de cómo influyen los mass media y el arte en la concepción que nos hacemos de las nacionalidades, y el darse cuenta de la falsedad de estas construcciones, pues lo que existen son individuos, no tipos o almas nacionales fácilmente clasificables y predecibles. Me fascinó el tratamiento del tema, en el cual a través de varios narradores, de estilos y puntos de vista, el autor trata de presentar la realidad polivalente y plurisignificativa de la vida, en donde no hay verdad sino interpretaciones sobre hechos, limitados por nuestra percepción, por nuestro limitado punto de vista. Esa historia circular (pues comienza y termina igual), de un loser (pues eso es Alberto a fin de cuentas), me recordó películas independientes como Sideways y novelas como Rayuela y Los Detectives Salvajes. Lo de Rayuela es más fácil de entender, pues No todas las suecas son rubias cuenta una historia de amor en París, con muchas referencias a obras de arte y personalidades del mundo artístico (pintura, literatura, música y cine), tiene su elemento lúdico y Horacio Oliveira y Alberto en muchos aspectos son buscadores con sus crisis existenciales. Lo de Los Detectives Salvajes no es tan claro, pero para ese tiempo estaba leyendo la novela de Bolaño y me pareció curioso el parecido en estructura de ambas novelas. Las dos novelas comienzan y terminan con un diario escrito por un mismo personaje y entre medio tienen un conglomerado de personajes, lo que le da el toque polifónico. Cuando terminé la novela, en fin, tuve la sensación de que había leído una gran novela, mi novela puertorriqueña favorita, una novela que muy bien podía pertenecer al catálogo de editoriales como Anagrama o Tusquets, que muy bien Seix Barral o Planeta pudieron haber publicado en su tiempo. Luego, en la Universidad Interamericana Recinto de Ponce, en donde estudiaba mi hermana menor el bachillerato, pude conseguir Llegaron los hippies, y en circulación, por lo que pude llevarme el libro a casa y leerlo tranquilamente.

Con Llegaron los hippies me sucedió igual que con No todas las suecas… Eran cuentos divertidos, experimentales, escritos con desenfado. Era un placer leerlos. Me gustó mucho el uso y el tratamiento que le dio el autor a la cultura popular, sobre todo a los mass media. No los condena del todo, sino que parece decirnos lo importante que son en nuestra educación sentimental. Los personajes en esos cuentos parecen definirse, medirse o construirse en parte mediante el cine, la televisión, la música y el deporte. Me gustó mucho ese tema de la escisión entre lo que se es y lo que se quiere ser, entre lo que se espera y lo que al final sucede, pero tratado no de manera trágica, seriota y moralizante, sino lúdica, divertida e irónica. Con estos cuentos, además de la novela, pude corroborar la opinión de Roberto Ampuero de considerar a Manuel Abreu Adorno como el precursor latinoamericano secreto de McOndo. Y es que la narrativa de Abreu Adorno cuenta realidades individuales, no colectivas, historias que le pueden suceder a cualquier persona independientemente de su nacionalidad, ambientadas en un mundo urbano y globalizado, mediático, más allá de muchas utopías, con su influencia de la literatura beatnik. Su obra presagia autores como Roberto Bolaño, Alberto Fuguet y Juan Villoro, entre otros.

Posteriormente, leí Sonido de lo innombrable. Me pareció buena poesía, sobre todo sus primeros poemas, más cortos y con una fuerte influencia del mundo pop del cine y la televisión y su desmitificación al mundo del rock y de la política. Tiempo después, buscando información y todo lo que pudiera encontrar sobre Manuel Abreu Adorno, conseguí una serie de poemas no incluidos en Sonido de lo innombrable en la antología Poesiaoi editada por Che Meléndes; un cuento: “Aproximación a una primera plana del Vocero” en Apalabramiento: diez cuentistas puertorriqueños de hoy editado por Efraín Barradas; y una crónica sobre sus encuentros con Julio Cortázar, titulada Julio Cortázar: las claves misteriosas de algunos encuentros y desencuentros, publicada en la revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Este último texto me parece en extremo interesante, e irónico, porque Abreu Adorno lo escribió a partir de la muerte de Cortázar en febrero de 1984. El texto se publicó en septiembre de 1985, y lo que leemos entonces es un texto de un muerto sobre otro muerto, ya que Abreu Adorno muere ocho meses después que Julio Cortázar, el 25 de octubre de 1984. Y aquí llego a la gran interrogante: ¿cómo y de qué murió Manuel Abreu Adorno con tan sólo 29 años de edad?

Manuel Abreu Adorno se convirtió en mi escritor puertorriqueño favorito. Por fin un escritor del patio con el cual me sentía identificado tanto por su estilo, sus temas y su proyecto literario. Me pareció un escritor que si no hubiese muerto tan prematuramente, tal vez hubiese llegado lejos y hubiera sido ese gran escritor puertorriqueño conocido internacionalmente. Me dio lástima por él, tal vez de manera ridícula. Sentía tristeza por un tipo que había muerto hacía casi 22 años para ese entonces. Me lancé a la búsqueda de respuestas sobre las causas de su muerte, que en todas las publicaciones eran tan herméticas respecto a ese tema. Mis “investigaciones” me llevaron a lo siguiente: algunos me dijeron que murió de Sida; otros que se suicidó; en un sitio leí que murió de una infección cerebral y en otro sitio que se ahogó comiendo pizza. Nada era claro. En una de esas búsquedas, encontré una entrada del blog de Luis Trelles, Corneal, en donde hablaba de obras perdidas de la literatura, y entre ellas mencionaba la de Elegía por Eleanor Rigby de Manuel Abreu Adorno. En la publicación mencionaba que Abreu Adorno había muerto sentado en un banco en París. Wao, pensé, que muerte más romántica y misteriosa, tipo Julia de Burgos y la de uno que otro escritor y artista de vida trágica. Le escribí a Luis Trelles y me contó que había hecho un documental sobre Manuel Abreu Adorno, titulado De hippies, suecas y lo innombrable, el cual todavía no he conseguido. Según Trelles, Abreu Adorno murió por “suicidio por descuido”. Abreu Adorno al parecer era bipolar, tomaba mucho y padecía de una afección cardiaca que no se cuidó, y para ese tiempo andaba deprimido por una ex-novia sueca que es la que le sirve como modelo para la sueca de su novela. La noche de su muerte, al parecer, hacía mucho frío, había tomado mucho y no se tomó las pastillas para el corazón, lo cual lo llevó a la muerte a la prematura edad de 29 años. Buena opinión la de Luis Trelles, y aunque no es oficial, me parece bastante coherente, lógica.

La historia posterior a la muerte de Abreu Adorno ya se conoce. Manuel sólo había publicado un libro en vida, Llegaron los hippies en 1978; es la editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña quien publica póstumamente la novela No todas las suecas son rubias, en 1991, y el poemario Sonido de lo innombrable, en 1992. Sin embargo, el ICP decide no publicar Elegía por Eleanor Rigby. ¿Por qué? Desconozco, tal vez no era muy buena, aunque Saúl Yurkiérvich, quien hace el prólogo de No todos las suecas son rubias, habla de ella en términos elogiosos, y Yurkiérvich era un gran conocedor de literatura... ¿Qué más quedará inédito de este gran autor? Esperemos que pueda ser rescatado, como igualmente que su obra publicada sea rescatada por la academia, quien a pesar de su innegable calidad literaria ha optado por ignorarlo sistemáticamente. Pero sobre todo, que su obra llegue a más lectores, nacionales e internacionales; de verdad vale la pena.



Lunes, 26 de octubre de 2009