jueves, 6 de mayo de 2010

De hippies, suecas y sonidos innombrables. Mis encuentros y desencuentros con Manuel Abreu Adorno



En estos días se cumplen 25 años de la muerte (misteriosa) de mi escritor puertorriqueño favorito, Manuel Abreu Adorno. La primera vez que vi uno de sus libros lo descarté, llevado por un prejuicio que todavía llevaba conmigo por eso días, el cual consistía en ignorar, por considerarlas de poca calidad, las publicaciones poco conocidas y publicadas por editoriales independientes, a pesar de varias experiencias que contradecían esta forma estúpida de pensamiento. El libro era Llegaron los hippies. La carátula era como rosa oscuro, casi roja, de una cara con un tipo con gafas y con barba. Por el título y la carátula pensé que era uno de muchos textos baratos, de mala literatura, que se publican en Puerto Rico. El libro lo vi en una librería en San Juan, cuando estudiaba Derecho, allá para el 2005. La segunda vez que vi el libro fue en abril de 2006, en un puesto de revistas y libros que estaba ubicado en Plaza Vilariño, en el pueblo de Ponce. El sitio ya no existe. Descarté el libro, y nunca más lo he vuelto a ver a la venta, un libro que se convertiría en uno de mis libros de cuentos favoritos de todos los tiempos. En la librería del ICP en Ponce también llegué a ver la novela No todas las suecas son rubias y el poemario Sonido de lo innombrable, pero igualmente los descarté pensando que eran mala literatura, hasta que un día…

El domingo 16 de abril de 2006 el suplemento La Revista Domingo del periódico El Nuevo Día le dedicó casi toda la publicación a este autor que tantas veces pasé por alto. La casi completa edición de la publicación a Manuel Abreu Adorno respondía a que meses antes el escritor chileno Roberto Ampuero había escrito un artículo para un periódico chileno, en donde hablaba de varias obras de literatura puertorriqueña, y entre ellas mencionaba los textos narrativos de Manuel Abreu Adorno. Para Ampuero, Abreu Adorno era el precursor latinoamericano secreto de McOndo, pues según él, se adelantó 15 años a lo que luego harían esos escritores a partir de los años 90. La Revista incluía, además de información sobre la vida y obra del autor, un capitulo de su novela inédita Elegía para Eleanor Rigby…o la noche en que mataron a… Demás está decir que me fascinó el texto que narraba las peripecias de un joven blanquito de San Juan educado en un colegio privado, narrado con muchas referencias al cine y a la televisión de los años sesentas y setentas. El texto me pareció fresco y la vida de Abreu Adorno fascinante y misteriosa. Recordé que días antes había visto el libro Llegaron los hippies en la tienda de libros y revistas ubicada en Plaza Vilariño y la novela y el poemario en la librería del ICP. Dos días después fui a comprarlos. No encontré Llegaron los hippies, y nunca más lo he vuelto a ver para la venta, salvo en bibliotecas. Pero pude comprar No todas las suecas son rubias y Sonido de lo innombrable en la tienda del ICP.

El día que compré No todas las suecas son rubias me la leí de un cantazo. Quedé prendado a esa historia de amor entre Alberto y Christina, un puertorriqueño y una sueca, ambientada en París y Malmo, con referencias a eventos que sucedieron en otras ciudades europeas. Me gustó los temas que trataba: el problema de la incomunicación, la imposibilidad de entender completamente al otro, de cómo influyen los mass media y el arte en la concepción que nos hacemos de las nacionalidades, y el darse cuenta de la falsedad de estas construcciones, pues lo que existen son individuos, no tipos o almas nacionales fácilmente clasificables y predecibles. Me fascinó el tratamiento del tema, en el cual a través de varios narradores, de estilos y puntos de vista, el autor trata de presentar la realidad polivalente y plurisignificativa de la vida, en donde no hay verdad sino interpretaciones sobre hechos, limitados por nuestra percepción, por nuestro limitado punto de vista. Esa historia circular (pues comienza y termina igual), de un loser (pues eso es Alberto a fin de cuentas), me recordó películas independientes como Sideways y novelas como Rayuela y Los Detectives Salvajes. Lo de Rayuela es más fácil de entender, pues No todas las suecas son rubias cuenta una historia de amor en París, con muchas referencias a obras de arte y personalidades del mundo artístico (pintura, literatura, música y cine), tiene su elemento lúdico y Horacio Oliveira y Alberto en muchos aspectos son buscadores con sus crisis existenciales. Lo de Los Detectives Salvajes no es tan claro, pero para ese tiempo estaba leyendo la novela de Bolaño y me pareció curioso el parecido en estructura de ambas novelas. Las dos novelas comienzan y terminan con un diario escrito por un mismo personaje y entre medio tienen un conglomerado de personajes, lo que le da el toque polifónico. Cuando terminé la novela, en fin, tuve la sensación de que había leído una gran novela, mi novela puertorriqueña favorita, una novela que muy bien podía pertenecer al catálogo de editoriales como Anagrama o Tusquets, que muy bien Seix Barral o Planeta pudieron haber publicado en su tiempo. Luego, en la Universidad Interamericana Recinto de Ponce, en donde estudiaba mi hermana menor el bachillerato, pude conseguir Llegaron los hippies, y en circulación, por lo que pude llevarme el libro a casa y leerlo tranquilamente.

Con Llegaron los hippies me sucedió igual que con No todas las suecas… Eran cuentos divertidos, experimentales, escritos con desenfado. Era un placer leerlos. Me gustó mucho el uso y el tratamiento que le dio el autor a la cultura popular, sobre todo a los mass media. No los condena del todo, sino que parece decirnos lo importante que son en nuestra educación sentimental. Los personajes en esos cuentos parecen definirse, medirse o construirse en parte mediante el cine, la televisión, la música y el deporte. Me gustó mucho ese tema de la escisión entre lo que se es y lo que se quiere ser, entre lo que se espera y lo que al final sucede, pero tratado no de manera trágica, seriota y moralizante, sino lúdica, divertida e irónica. Con estos cuentos, además de la novela, pude corroborar la opinión de Roberto Ampuero de considerar a Manuel Abreu Adorno como el precursor latinoamericano secreto de McOndo. Y es que la narrativa de Abreu Adorno cuenta realidades individuales, no colectivas, historias que le pueden suceder a cualquier persona independientemente de su nacionalidad, ambientadas en un mundo urbano y globalizado, mediático, más allá de muchas utopías, con su influencia de la literatura beatnik. Su obra presagia autores como Roberto Bolaño, Alberto Fuguet y Juan Villoro, entre otros.

Posteriormente, leí Sonido de lo innombrable. Me pareció buena poesía, sobre todo sus primeros poemas, más cortos y con una fuerte influencia del mundo pop del cine y la televisión y su desmitificación al mundo del rock y de la política. Tiempo después, buscando información y todo lo que pudiera encontrar sobre Manuel Abreu Adorno, conseguí una serie de poemas no incluidos en Sonido de lo innombrable en la antología Poesiaoi editada por Che Meléndes; un cuento: “Aproximación a una primera plana del Vocero” en Apalabramiento: diez cuentistas puertorriqueños de hoy editado por Efraín Barradas; y una crónica sobre sus encuentros con Julio Cortázar, titulada Julio Cortázar: las claves misteriosas de algunos encuentros y desencuentros, publicada en la revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Este último texto me parece en extremo interesante, e irónico, porque Abreu Adorno lo escribió a partir de la muerte de Cortázar en febrero de 1984. El texto se publicó en septiembre de 1985, y lo que leemos entonces es un texto de un muerto sobre otro muerto, ya que Abreu Adorno muere ocho meses después que Julio Cortázar, el 25 de octubre de 1984. Y aquí llego a la gran interrogante: ¿cómo y de qué murió Manuel Abreu Adorno con tan sólo 29 años de edad?

Manuel Abreu Adorno se convirtió en mi escritor puertorriqueño favorito. Por fin un escritor del patio con el cual me sentía identificado tanto por su estilo, sus temas y su proyecto literario. Me pareció un escritor que si no hubiese muerto tan prematuramente, tal vez hubiese llegado lejos y hubiera sido ese gran escritor puertorriqueño conocido internacionalmente. Me dio lástima por él, tal vez de manera ridícula. Sentía tristeza por un tipo que había muerto hacía casi 22 años para ese entonces. Me lancé a la búsqueda de respuestas sobre las causas de su muerte, que en todas las publicaciones eran tan herméticas respecto a ese tema. Mis “investigaciones” me llevaron a lo siguiente: algunos me dijeron que murió de Sida; otros que se suicidó; en un sitio leí que murió de una infección cerebral y en otro sitio que se ahogó comiendo pizza. Nada era claro. En una de esas búsquedas, encontré una entrada del blog de Luis Trelles, Corneal, en donde hablaba de obras perdidas de la literatura, y entre ellas mencionaba la de Elegía por Eleanor Rigby de Manuel Abreu Adorno. En la publicación mencionaba que Abreu Adorno había muerto sentado en un banco en París. Wao, pensé, que muerte más romántica y misteriosa, tipo Julia de Burgos y la de uno que otro escritor y artista de vida trágica. Le escribí a Luis Trelles y me contó que había hecho un documental sobre Manuel Abreu Adorno, titulado De hippies, suecas y lo innombrable, el cual todavía no he conseguido. Según Trelles, Abreu Adorno murió por “suicidio por descuido”. Abreu Adorno al parecer era bipolar, tomaba mucho y padecía de una afección cardiaca que no se cuidó, y para ese tiempo andaba deprimido por una ex-novia sueca que es la que le sirve como modelo para la sueca de su novela. La noche de su muerte, al parecer, hacía mucho frío, había tomado mucho y no se tomó las pastillas para el corazón, lo cual lo llevó a la muerte a la prematura edad de 29 años. Buena opinión la de Luis Trelles, y aunque no es oficial, me parece bastante coherente, lógica.

La historia posterior a la muerte de Abreu Adorno ya se conoce. Manuel sólo había publicado un libro en vida, Llegaron los hippies en 1978; es la editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña quien publica póstumamente la novela No todas las suecas son rubias, en 1991, y el poemario Sonido de lo innombrable, en 1992. Sin embargo, el ICP decide no publicar Elegía por Eleanor Rigby. ¿Por qué? Desconozco, tal vez no era muy buena, aunque Saúl Yurkiérvich, quien hace el prólogo de No todos las suecas son rubias, habla de ella en términos elogiosos, y Yurkiérvich era un gran conocedor de literatura... ¿Qué más quedará inédito de este gran autor? Esperemos que pueda ser rescatado, como igualmente que su obra publicada sea rescatada por la academia, quien a pesar de su innegable calidad literaria ha optado por ignorarlo sistemáticamente. Pero sobre todo, que su obra llegue a más lectores, nacionales e internacionales; de verdad vale la pena.



Lunes, 26 de octubre de 2009

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